MINI-REVIEW: Final Fantasy XII

Con una docena (y media) de juegos a sus espaldas, la doceava entrega se presenta en España estupendamente localizada, y muy bien adaptada al sistema PAL, a la usanza de los recientes Dragon Quest VIII o Kingdom Hearts II. Así, sus virtudes audiovisuales, a la altura de lo mejor que se ha hecho para Playstation 2, no se ven mermadas lo más mínimo, siendo así un RPG capaz de sorprender a propios y extraños por sus asombrosas hazañas de cara a la pantalla, rompiendo con holgura los límites marca de la casa de Square-Enix.

En lo que respecta al juego, las nuevas riendas de Yasumi Matsuno se dejan notar con un universo tan serio como bien llevado, muy al estilo de lo vivido en el estupendo y no demasiado reconocido Vagrant Story. El argumento, los personajes y todo el desarrollo se desmarca del viejo estilo Final Fantasy, apropiándose del jugador con sus nuevas formas, del gusto de los jugadores más exigentes. Desgraciadamente, el abandono del máximo responsable de la obra por problemas de salud se dejan notar sobremanera en la recta final de la aventura, que decae en calidad y propicia una serie de momentos que se arremolinan de forma precipitada hacia el caos más patético. Un triste colofón final para una obra que parecía superar todo tipo de prejuicios.

Con todo, la esperanza queda abierta de cara a que los nuevos títulos de la serie sean algo más que explotar hasta el límite la gallina de los huevos de oro de Square. Ya no sólo pedimos más creatividad en lo que al concepto se refiere, sino que se adorne la magia RPG con algo más que lo mismo de hace dos generaciones. O sea: más interactividad, menos animaciones penosas para todo (leches, que fastidia ver en el 2007 el mismo movimiento para coger objetos, abrir puertas, cofres…) y mucha más frescura. Claro está, es lo malo de ser un inconformista con la saga…
